Descubre las causas y cómo prevenirlas tú también
Todos tenemos en mente a esa persona. Ese amigo, prima o compañero de trabajo que confiesa lavarse los dientes “cuando se acuerda” y, sin embargo, jamás ha necesitado un empaste. Mientras tanto, otros —quizá tú mismo— han seguido a rajatabla los consejos del dentista, han reducido el azúcar y aún así… ¡otra caries!
¿Es solo cuestión de suerte? ¿Un misterio genético? ¿Una especie de superpoder dental?
La realidad es más interesante: no se trata de un solo factor, sino de un conjunto de elementos que, sumados, pueden marcar una diferencia notable. Entenderlos no solo resuelve el misterio, también te da claves prácticas para mejorar tu salud bucal, sin necesidad de obsesionarte.
La genética: sí, influye… pero no lo explica todo
No es un mito. La genética juega un papel en la salud bucodental. Algunas personas nacen con características que las hacen menos propensas a desarrollar caries:
- Un esmalte más grueso o más duro.
- Dientes con una forma que dificulta que se acumule la placa.
- Una saliva más protectora, tanto en cantidad como en composición.
- Un microbioma oral más equilibrado desde el nacimiento.
Pero tener “buena genética dental” no equivale a tener inmunidad. Es como tener buena piel: puedes tener menos granos, pero si duermes mal, comes mal y no te lavas la cara, los problemas llegarán.
En salud oral, la genética es un punto de partida, no una garantía.

La saliva: ese escudo silencioso que pocos valoran
La saliva no solo sirve para tragar y saborear. Es, en muchos sentidos, la primera línea de defensa frente a las caries.
¿Por qué es tan importante?
Neutraliza los ácidos
Cuando comemos, especialmente carbohidratos o azúcares, las bacterias de la boca los fermentan y producen ácidos. Estos ácidos atacan el esmalte dental. La saliva tiene un efecto amortiguador: reduce la acidez y restaura el pH normal de la boca.
Remineraliza el esmalte
Si el ataque ácido no ha sido demasiado agresivo, la saliva puede revertir parte del daño, aportando minerales como calcio y fosfato.
Limpieza natural
Ayuda a arrastrar restos de comida y bacterias, reduciendo el riesgo de formación de placa.
Cada persona tiene una saliva distinta. Hay quienes producen más, quienes tienen una composición más eficaz… y eso influye, aunque no lo veamos. Algunas enfermedades, medicamentos o hábitos como respirar por la boca pueden reducir la producción de saliva y aumentar el riesgo de caries.
Por eso, algo tan básico como mantenerse bien hidratado es más importante de lo que parece.
Hábitos invisibles… pero decisivos
A veces, quienes no tienen caries no hacen nada especial… o eso parece. Pero si observamos con atención, es probable que estén haciendo varias cosas bien, incluso sin saberlo.
No picotean entre horas
El picoteo constante mantiene un entorno ácido en la boca durante más tiempo. Cada vez que comemos, las bacterias generan ácidos. Si hay pocas comidas bien definidas, hay menos “ventanas de ataque” al esmalte. Por eso, quienes no comen entre horas sin darse cuenta están protegiendo su boca.
Beben agua, no refrescos
Muchas personas sin caries beben agua de forma natural y reservan bebidas azucaradas o ácidas para momentos puntuales (si es que las toman). Evitar refrescos entre horas es una de las mejores defensas contra la desmineralización.
Se cepillan con constancia, no con obsesión
Cepillarse dos veces al día, sin prisas, y usando una buena técnica es mucho más eficaz que hacerlo cinco veces con movimientos agresivos. A veces, menos es más… si se hace bien.
No se saltan el cepillado nocturno
Es el más importante del día. Dormimos con menor producción de saliva, y si dejamos restos de comida en la boca, el terreno es ideal para que las bacterias hagan su trabajo.

La microbiota oral: una selva microscópica que también importa
En nuestra boca viven millones de microorganismos. No todos son dañinos; de hecho, muchos son esenciales para mantener un equilibrio saludable. El problema surge cuando ciertas especies —las más cariogénicas— se descontrolan.
¿Y por qué algunas personas tienen una microbiota más equilibrada?
- Una alimentación rica en vegetales y fibra desde la infancia.
- Haber recibido lactancia materna.
- No haber abusado de antibióticos.
- Tener una higiene regular, pero no agresiva.
- Evitar enjuagues antisépticos de forma indiscriminada.
El equilibrio de la microbiota no se consigue a base de eliminar bacterias “a lo bruto”, sino cultivando un entorno bucal donde las buenas bacterias puedan prosperar.
¿Se puede aprender de quienes nunca tienen caries?
Absolutamente. Aunque no puedas heredar su genética o su saliva, sí puedes copiar muchos de sus hábitos protectores. Algunos son tan sencillos que parecen triviales, pero su efecto a largo plazo es profundo.
Hábitos que puedes aplicar desde hoy
- Evita el picoteo continuo.
- Usa un dentífrico con flúor.
- Hidrátate bien (la saliva necesita agua).
- No te cepilles con fuerza: hazlo con atención.
- Consulta con tu dentista aunque creas que “todo va bien”.
Y, sobre todo, deja de pensar que todo depende de tu “mala suerte” o “malos dientes”. Muchas veces, la diferencia está en detalles que puedes controlar.
Conclusión: las caries no son una lotería
Sí, hay quien tiene más facilidad para evitarlas. Pero no es magia. Es una mezcla de biología, hábitos y circunstancias. La genética te puede dar ventaja, pero los cuidados diarios son lo que mantiene el equilibrio.
Las personas que no tienen caries no son una excepción mágica: son la prueba de que la prevención funciona. Y tú, con pequeños cambios sostenidos, también puedes acercarte a ese equilibrio.
Recuerda: no se trata de hacer todo perfecto. Se trata de hacerlo bien… durante mucho tiempo.