¿Por qué hay personas que no tienen caries nunca?

Publicado el 8 de mayo de 2025

Descubre las causas y cómo prevenirlas tú también

Todos tenemos en mente a esa persona. Ese amigo, prima o compañero de trabajo que confiesa lavarse los dientes “cuando se acuerda” y, sin embargo, jamás ha necesitado un empaste. Mientras tanto, otros —quizá tú mismo— han seguido a rajatabla los consejos del dentista, han reducido el azúcar y aún así… ¡otra caries!

¿Es solo cuestión de suerte? ¿Un misterio genético? ¿Una especie de superpoder dental?

La realidad es más interesante: no se trata de un solo factor, sino de un conjunto de elementos que, sumados, pueden marcar una diferencia notable. Entenderlos no solo resuelve el misterio, también te da claves prácticas para mejorar tu salud bucal, sin necesidad de obsesionarte.

La genética: sí, influye… pero no lo explica todo

No es un mito. La genética juega un papel en la salud bucodental. Algunas personas nacen con características que las hacen menos propensas a desarrollar caries:

  • Un esmalte más grueso o más duro.
  • Dientes con una forma que dificulta que se acumule la placa.
  • Una saliva más protectora, tanto en cantidad como en composición.
  • Un microbioma oral más equilibrado desde el nacimiento.

Pero tener “buena genética dental” no equivale a tener inmunidad. Es como tener buena piel: puedes tener menos granos, pero si duermes mal, comes mal y no te lavas la cara, los problemas llegarán.

En salud oral, la genética es un punto de partida, no una garantía.

Una joven se mira en un espejo mientras se cepilla los dientes con un cepillo eléctrico

La saliva: ese escudo silencioso que pocos valoran

La saliva es uno de esos grandes olvidados. Está ahí, siempre, trabajando de fondo, sin que le demos importancia… hasta que empieza a faltar.

Cuando una persona tiene poca saliva, lo nota: sensación de sequedad, incomodidad al hablar, al tragar, al comer. Pero cuando la saliva funciona bien, casi nadie le presta atención. Y, sin embargo, es fundamental.

¿Por qué es tan importante?

Neutraliza los ácidos

Cada vez que comemos, especialmente alimentos ricos en carbohidratos o azúcares, las bacterias de la boca se activan y generan ácidos que atacan el esmalte dental.

La saliva actúa como una especie de «bombero» natural: reduce la acidez, amortigua el ataque y ayuda a recuperar un pH saludable.

Es como si la boca tuviera un sistema de limpieza y protección automático… siempre que la saliva esté en cantidad y calidad suficiente.

Remineraliza el esmalte

El esmalte dental no es una estructura estática. Todos los días se desgasta un poco y, si el ataque ácido no es demasiado agresivo, también puede repararse.

Ahí la saliva vuelve a ser clave.

Aporta minerales como calcio y fosfato, que ayudan a reforzar el esmalte y a reparar esos pequeños daños diarios antes de que se conviertan en caries.

Limpieza natural

La saliva también cumple una función mecánica: ayuda a eliminar restos de comida y bacterias de la boca.

Es una limpieza constante que hacemos de manera inconsciente simplemente al tragar. Pero cuando la cantidad de saliva es baja —por tomar ciertos medicamentos, por enfermedades, por respirar por la boca o por deshidratación—, esa limpieza falla y el riesgo de caries aumenta.

La importancia de pequeños gestos

Algo tan simple como beber suficiente agua a lo largo del día ayuda a mantener la boca hidratada y a cuidar la producción de saliva.

Masticar alimentos fibrosos (como frutas y verduras crujientes) también estimula la producción de saliva de forma natural.

A veces pensamos que la salud bucal solo depende del cepillo y el dentífrico, pero la saliva trabaja en silencio para que todo se mantenga en equilibrio.

Cuidarla es cuidar tus dientes.

Hábitos invisibles… pero decisivos

Hay personas que, sin saberlo, llevan años haciendo cosas bien. Son esos hábitos pequeños, constantes, que no suelen llamar la atención pero que marcan la diferencia.

Quizá ni ellos mismos se dan cuenta, pero están protegiendo sus dientes cada día. Y lo mejor: tú también puedes hacerlo.

No picotean entre horas

Cada vez que comemos, las bacterias aprovechan para generar ácidos.

Si esos «ataques» son continuos —por estar picoteando todo el día— la boca no tiene tiempo para recuperarse.

En cambio, las personas que comen en horarios definidos y no caen en el picoteo continuo están ayudando, sin saberlo, a que la saliva pueda neutralizar esos ácidos entre comidas.

Dejar tiempos de descanso entre ingestas es una forma sencilla de proteger el esmalte.

Beben agua, no refrescos

Las personas que suelen tener pocas caries casi siempre priorizan el agua como bebida habitual.

Puede parecer un detalle pequeño, pero marcará la diferencia dentro de unos años.

Los refrescos, aunque sean «sin azúcar», suelen ser ácidos y pueden dañar el esmalte. Y las bebidas azucaradas, como los zumos industriales o las bebidas energéticas, crean un ambiente perfecto para las bacterias.

El agua no solo hidrata. También limpia y protege.

Se cepillan con constancia, no con obsesión

Hay quien se cepilla dos veces al día, sin prisas, de manera tranquila y eficaz. Y eso funciona.

En cambio, otras personas se cepillan muchas veces, pero con demasiada fuerza o con movimientos agresivos que dañan las encías y desgastan el esmalte.

Aquí, como en tantas cosas, no se trata de hacer más, sino de hacerlo mejor.

Un buen cepillado nocturno, un cepillo adecuado y la técnica correcta suelen ser mucho más importantes que la cantidad de veces que te cepillas al día.

No se saltan el cepillado nocturno

Este hábito es, probablemente, uno de los más decisivos.

Por la noche producimos menos saliva y, si dejamos restos de comida, las bacterias tienen el terreno perfecto para atacar los dientes durante horas.

Las personas que nunca se saltan este cepillado (aunque sea tarde, aunque estén cansadas) están haciendo un gesto sencillo que a la larga se nota.

Una pasta de dientes y dos cepillos dentales

La microbiota oral: una selva microscópica que también importa

En nuestra boca viven millones de microorganismos. No todos son dañinos; de hecho, muchos son esenciales para mantener un equilibrio saludable. El problema surge cuando ciertas especies —las más cariogénicas— se descontrolan.

¿Y por qué algunas personas tienen una microbiota más equilibrada?

  • Una alimentación rica en vegetales y fibra desde la infancia.
  • Haber recibido lactancia materna.
  • No haber abusado de antibióticos.
  • Tener una higiene regular, pero no agresiva.
  • Evitar enjuagues antisépticos de forma indiscriminada.

El equilibrio de la microbiota no se consigue a base de eliminar bacterias “a lo bruto”, sino cultivando un entorno bucal donde las buenas bacterias puedan prosperar.

¿Se puede aprender de quienes nunca tienen caries?

Absolutamente. Aunque no puedas heredar su genética o su saliva, sí puedes copiar muchos de sus hábitos protectores. Algunos son tan sencillos que parecen triviales, pero su efecto a largo plazo es profundo.

Hábitos que puedes aplicar desde hoy

  • Evita el picoteo continuo.
  • Usa un dentífrico con flúor.
  • Hidrátate bien (la saliva necesita agua).
  • No te cepilles con fuerza: hazlo con atención.
  • Consulta con tu dentista aunque creas que “todo va bien”.

Y, sobre todo, deja de pensar que todo depende de tu “mala suerte” o “malos dientes”. Muchas veces, la diferencia está en detalles que puedes controlar.

Mitos comunes sobre las caries: desmontando falsas creencias

Cuando alguien tiene muchas caries, lo primero que suele decir es:

«Es que yo tengo mala suerte» o «En mi familia siempre hemos tenido malos dientes.»

Pero estas ideas no siempre son ciertas. Vamos a desmontar algunos de los mitos más habituales:

«Es cuestión de suerte»

La suerte puede influir en muchas cosas, pero no es el factor clave en la aparición de caries.

Lo que marca la diferencia son los hábitos diarios: cómo comes, cómo te cepillas, cómo cuidas la hidratación, cómo organizas tus comidas.

Las personas que no tienen caries, en realidad, no son afortunadas, son constantes.

«Es hereditario, no puedo hacer nada»

Es verdad que la genética influye, pero no es una condena.

Puedes tener un esmalte más débil o una saliva menos protectora, pero eso no te impide mejorar tus hábitos y controlar otros factores que sí dependen de ti.

La genética marca el punto de partida, pero tus decisiones diarias marcan el camino.

«Si no me duele, no tengo caries»

Las caries no siempre duelen, sobre todo al principio.

A veces están avanzando en silencio y cuando duelen… es que ya están bastante evolucionadas.

Por eso es importante no confiarse y acudir al dentista de manera periódica, aunque creas que todo está bien.

«Me cepillo mucho, así que no tendré caries»

Cepillarse es importante, claro. Pero lo fundamental es cómo te cepillas, no cuántas veces.

Un cepillado agresivo o con mala técnica puede dañar las encías y desgastar el esmalte. Y si después picoteas todo el día o tomas refrescos continuamente, por mucho que te cepilles… las caries pueden aparecer.

Conclusión: las caries no son una lotería

Sí, hay quien tiene más facilidad para evitarlas. Pero no es magia. Es una mezcla de biología, hábitos y circunstancias. La genética te puede dar ventaja, pero los cuidados diarios son lo que mantiene el equilibrio.

Las personas que no tienen caries no son una excepción mágica: son la prueba de que la prevención funciona. Y tú, con pequeños cambios sostenidos, también puedes acercarte a ese equilibrio.

Recuerda: no se trata de hacer todo perfecto. Se trata de hacerlo bien… durante mucho tiempo.

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